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Los Manes (Almas de difuntos)

Los Manes (plural), en la mitología romana, eran dioses familiares y domésticos por lo general asociados a otros llamados Lares o dioses familiares y Penates o dioses de la despensa. Eran espíritus de antepasados, que oficiaban de protectores del hogar. El Pater familias o cabeza de familia, era su sacerdote y oficiaba sus ceremonias religiosas y ofrendas en las viviendas.

En la antigüedad daban el nombre de Manes a las almas de los muertos que suponían errantes de un lugar a otro, como las sombras y a las cuales tributaban en ciertas ocasiones una especie de culto religioso. Los antiguos decían que eran hijos de la diosa Mania, y Hesiodo supone que tuvieron por padres a los hombres que vivieron durante el siglo o edad de plata, pero Bauier opina que su verdadero origen nació de la idea de que el mundo estaba lleno de genios, unos para los vivos, otros para los muertos, unos buenos y otros malos, etc.

Los antiguos no tenían ideas enteramente estables o fijas relativas a los Manes, así es que tan pronto los tomaban por almas separadas de los cuerpos, como por dioses infernales o simplemente por los dioses o los genios tutelares de los difuntos.

De todos los autores antiguos, Apuleyo es el que en su libro De Deo Socratis habla con más claridad de la doctrina de los Manes: El espíritu del hombre después que ha salido del cuerpo pasa a ser o se trasforma en una especie de demonio que los antiguos latinos llamaban lemures. Las almas de aquellos difuntos que habían sido buenos y tenían cuidado y vigilancia sobre la suerte de sus descendientes, se llamaban lares familiares pero las de aquellos otros inquietos, turbulentos y maléficos que espantaban los hombres con apariciones nocturnas se llamaban laruce y cuando se ignoraba la suerte que le había cabido al alma de un difunto, es decir, que no se sabía si había sido trasformada en lar o en larva, entonces la llamaban mane”.

Muchos autores antiguos atribuían o suponían a las almas de los difuntos una especie de cuerpos muy sutiles de la misma naturaleza del aire, pero organizado y en disposición de ejercer varias funciones de la vida humana como ver, hablar, entender, comunicar, pasar de un lugar a otro, etc.

Los antiguos creían que todas las almas de los hombres de bien pasaban a ser una especie de divinidades, por cuya razón solían grabar sobre los sepulcros estas tres letras iniciales D. M. S. Dis manibus sacrum, consagrada a los dioses Manes.

Los persas, los egipcios, los fenicios, los asirios y demás naciones de Asia veneraban las sombras de los muertos. Los bitinios al enterrar a los muertos les suplicaban que no los abandonasen y que volviesen alguna vez a verles; este culto se halla aún en lo interior de África y en muchos otros pueblos primitivos.

Orfeo fue el primero que introdujo entre los griegos la costumbre de evocar a los Manes. El culto de estos dioses se extendió por el Peloponeso y los invocaban en las calamidades públicas. Homero nos dice que Ulises les ofreció un sacrificio para obtener un feliz retorno a sus estados.

De todos los sacerdotes griegos, los tesalios eran los que más conocimiento tenían en el arte de evocar los Manes. En un campo cerca de Maratón se veían las tumbas de los guerreros atenienses que murieron peleando contra los persas. Pausanias dice que en su tiempo se creía que alguna que otra vez salían de ellas unos gritos penetrantes que espantaban a los viajeros. Otras veces, añade, no se creía percibir más que un ruido sordo parecido al que hacen muchos hombres que combaten, aquellos que ponían el oído para escuchar eran castigados por los manes; pero los pasajeros que seguían su camino sin pararse a averiguar, no experimentaban ningún mal resultado.

Algunas veces para aplacar la sombra irritada de aquel a quien un homicidio u otro accidente funesto le había quitado la vida, le inmolaban víctimas humanas o le erigían una estatua. Así es que deseando los éforos satisfacer o acallar los manes de Pausanias, le erigieron estatuas de bronce delante de las cuales ofrecían sacrificios todos los años.

Los habitantes de Platea tributaban un culto religioso a los que morían. Les ofrecían sacrificios sobre los sepulcros y las víctimas, coronadas de mirto y de ciprés, se inmolaban al son de flautas y otros instrumentos. Celebraban asimismo una fiesta general, en la cual todos los magnates montados en carros cubiertos de negro iban a los sepulcros a ofrecer incienso a los dioses de los infiernos. El primero constituido en dignidad entre ellos sacrificaba en seguida un Toro negro, suplicando a los manes que saliesen de sus moradas para beber la sangre de aquella víctima.

Era opinión generalmente recibida en los tiempos heroicos que los manes de aquellos que habían muerto en un país extranjero iban errantes procurando retornar a su patria.

Los griegos y romanos invocaban a los manes como divinidades, les erigían altares y les ofrecían Toros para obligarles a que protegiesen sus campos y espantasen a los que iban a robar los frutos cuya invocación o fórmula nos ha conservado Catón el Viejo.

De Roma pasó el culto de los manes a todas las regiones de Italia. Por todas partes se les elevó altares y se pusieron bajo su protección los sepulcros, cuyos epitafios principiaban siempre “Dis manibus”. Los lugares destinados a la sepultura de los muertos dedicados a los dioses de abajo “Dis inferis”, eran llamados “loca religiosa” mientras que los dedicados a los dioses de arriba “Dis superis”, se llamaban “loca sacra”.

Aquellos fanáticos que tenían una devoción particular por los manes y que querían tener con ellos relaciones o un comercio íntimo, se quedaban a dormir sobre los sepulcros a fin de tener sueños proféticos por medio de las apariciones de las almas de los difuntos.

Los altarse que erigían a los manes en Lucania, Etruria y Calabria eran siempre de dos en dos, puestos el uno al lado del otro, rodeados de ramas de ciprés y se tenía cuidado de no inmolar a la víctima hasta el momento en que tenía la vista fija en la tierra. Sus entrañas, conducidas tres veces en torno del lugar sagrado, eran enseguida echadas al fuego, en el cual había de consumirse toda la víctima. Estas ceremonias se comenzaban siempre a la entrada de la noche.

El ciprés era el árbol consagrado a los dioses manes. Se les representaba en los monumentos unas veces sosteniendo un árbol funerario, otras dando hachazos y esforzándose en derribar un ciprés porque este árbol no renueva una vez cortado y para indicar que después de la muerte no debemos esperar renacer sino milagrosamente.

El número nueve les estaba dedicado como el último término de la progresión numérica por cuya razón era mirado como el emblema del término de la vida. Las habas que según la creencia de los antiguos se parecen a las puertas de los infiernos, les estaban asimismo consagradas.

El sonido del bronce y del hierro les era inaguantable y les ahuyentaba, lo mismo que a las sombras infernales, pero la vista del fuego les era grata. Por esta razón, casi todos los pueblos de Italia solían poner en las urnas o sepulcros una lámpara.

Las personas ricas dejaban en su testamento un monto destinado para la conservación de estas lámparas y manutención de uno o más esclavos para cuidar de ellas. Era un crimen apagar estas lámparas, que castigaban rigurosamente las leyes romanas lo mismo que a los que violaban el lugar sagrado de los sepulcros. Sobre algunos monumentos antiguos los dioses manes son llamados Dii sacri, dioses sagrados, o Dii patrii, dioses protectores de la familia.

Los manes también eran llamados Di Manes (Di significa dioses), y las lápidas romanas a menudo incluían las letras D. M., que representaban Dis manibus, o dedicado a los dioses manes. La palabra también se utilizaba como una metáfora para referirse al Averno.

El vocablo Manes (espíritus de los muertos) deriva del protoindoeuropeo men- ‘pensar’. Son palabras relacionadas del griego antiguo “menos” (vida, fuerza) y el avéstico “mainyu” (espíritu).

Fuente: Wikipedia

El Símbolo del Pez

Los primeros cristianos utilizaban Códigos secretos para confirmar si se encontraban ante una persona que compartía su religión. Uno de estos códigos era el “Ichthys” o Ichthus, palabra que en griego antiguo (ἰχθύς) significa Pez.

La hipótesis más acreditada es que un seguidor de el Cristo, cuando pensaba encontrarse ante otro cristiano clandestino, dibujaba una curva o media luna en la tierra. Si el otro dibujaba otra media luna completando así la figura de un pez, había una probabilidad muy elevada que se tratase precisamente de un seguidor de Jesús que conocía el código secreto cristiano. No olvidemos que los apóstoles eran pescadores.

Las letras que forman la palabra Pez en griego, cuando se escriben en mayúscula (ΙΧΘΥΣ), forman un acrónimo con las iniciales de la expresión “Iēsous Christos THeou Yios Sōtēr“, que significa “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador” (en griego antiguo Ἰησοῦς Χριστός, Θεοῦ ͑Υιός, Σωτήρ).

Así, el pez se convirtió en uno de los primeros símbolos cristianos, junto a la imagen del Buen Pastor.

El Ichthys se usaba también para señalar las catacumbas cristianas durante las persecuciones contra la comunidad, de forma que sólo los cristianos sabían dónde estaban enterrados sus mártires, para rezar allí.

El pez se encuentra ya en monumentos romanos de las primeras décadas del siglo II, como la Capella Greca y las Capillas del Sacramento de la Catacumbas de San Calixto. Los primeros cristianos lo utilizaban en numerosos frescos y sarcófagos.

La referencia escrita del símbolo cristiano del pez más antigua que se conoce es de Clemente de Alejandría, (nacido en 150), quien recomienda (Paedagogus, III, XI) tener como sello una paloma o un pez. San Clemente no da explicación de estos símbolos, por lo que se puede concluir que ya eran ampliamente conocidos.

Los comienzos del cristianismo no fueron nada fáciles. Considerando que el propio Cristo fue crucificado y que los apóstoles fueron inmediatamente perseguidos de forma brutal, por no hablar de las crueles masacres del Imperio romano, es fácil imaginar que los primeros cristianos vivían su fe de forma prácticamente clandestina.

La asociación del Ichthys con al Eucaristía es enfatizada en el epitafio de Abercius, obispo de Hieropolis del siglo II, y en el epitafio de Pectorius de Autun.

Abercius nos dice que en su viaje a Roma, en todas partes recibió como alimento “el Pez del manantial, el grande, el puro“, como también “vino mezclado con agua junto con pan“.

Pectorius también habla del Pez como un delicioso alimento espiritual que nos da el “Salvador de los Santos”.

La asociación con la Eucaristía también es evidente en los frescos de la Catacumba de Santa Priscila. Después del siglo IV, el simbolismo del pez gradualmente disminuyó.

Si preguntamos al azar a un grupo de personas sobre el por qué la cruz es el símbolo del cristianismo, responderán mayoritariamente que es así porque Jesucristo murió crucificado.

Pocas son las personas que a pesar de profesar el cristianismo, saben que la cruz no se comenzó a utilizar como símbolo de su religión hasta el siglo IV d.C., casi trescientos años después de cuando se crucificó a Jesús, hasta entonces el dibujo en forma de pez era lo que los representaba.

Fue el emperador romano Constantino I (el mismo que promulgó en el año 313 d.C. el conocido Edicto de Milán por el cual daba libertad de culto y dejaba de perseguirse a los cristianos) quien unos años más tarde, concretamente en el 325, decretó en el Concilio de Nicea que el símbolo de los cristianos debía ser la cruz y lo hizo en base a una experiencia mística vivida por él mismo el 28 de octubre del 312, cuando se dirigía con su ejército a luchar contra el emperador Majencio en la batalla del Puente Milvio (era el periodo conocido como “tetrarquía” en el que el poder en el Imperio Romano era ejercido por cuatro personas).

Según relató el propio Constantino (y así lo recogió su biógrafo Eusebio de Cesarea en su obra “Vita Constantini”) dirigiéndose hacia la batalla miró hacia el firmamento y sobre el Sol apareció una cruz rodeada por la leyenda “In hoc signo vinces” (Con este signo vencerás). Quedo tan impresionado por tal aparición que esa misma noche soñó con Jesucristo y como éste le dijo que si usaba ese signo en sus batallas lo haría invencible ante sus enemigos.

A partir del Concilio de Nicea y tras los motivos dados por Constantino I, la cruz pasó a convertirse en el principal símbolo del cristianismo.

Orígenes de la lengua Española

Monasterios de San Millán. Suso (arriba) y Yuso (abajo).

El monasterio de San Millán, está considerado el lugar donde nació el castellano como lengua propia.

En la comunidad autónoma de La Rioja (España) entre las colinas cubiertas de los famosos viñedos, se encuentra el pequeño pueblo de San Millán de la Cogolla, con escasos 150 habitantes. Esta localidad no es muy diferente de otras muchas tranquilas villas del interior de España, sin embargo en ella se encuentra una joya de la época medieval, el monasterio de San Millán, considerado el lugar donde nació el castellano ya como lengua propia.

Antes que nada tenemos que conocer la situación lingüística en la Península Ibérica. Durante el Imperio Romano, el latín era la lengua que se extendió por toda Europa, usada en instancias administrativas, transacciones comerciales y la mayoría de las actividades cotidianas. Pero era un latín mayoritariamente vulgar, llevado por militares romanos y comerciantes, que se mezcló con las lenguas pre-romanas que existían antes de la conquista romana.

Tras el colapso del Imperio Romano de Occidente y las invasiones germanas, el latín se deformó y fue evolucionando de forma distinta que en otras partes del Viejo Continente, conformándose un proto-castellano aún difuso.

Las invasiones musulmanas arrinconaron a los cristianos de la Península en el norte del país, bajo la protección de las Marcas de Carlomagno, hasta que comienza la Reconquista. En medio de este larguísimo conflicto medieval, se logró expulsar a los moros de La Rioja y en la naciente San Millán de la Cogolla se decidió construir un monasterio que sería ampliado varias veces.

Bajo la protección de los reyes navarros, el lugar se convirtió en un foco cultural de primer orden de Europa, uno de esos lugares donde los monjes se recluían lejos del ajetreo cotidiano y se dedicaban a la contemplación y el rezo. Allí se construyó una scriptoria, una habitación dedicada a la escritura y copia de los bellos códices y la traducción de viejas obras grecorromanas. La importancia de este emplazamiento queda demostrado por el hecho de que a pesar de que San Millán no estaba dentro del Camino de Santiago, algunos peregrinos se desviaban muchos kilómetros para pasar por este lugar.

En el Monasterio, actualmente en manos de la Orden de los Recoletos, se conservan obras de valor incalculable, aunque la mayoría se encuentran en la Real Academia de Historia de Madrid. Entre ellos hay obras del remoto siglo X, libros de santos, salmos, misas, Biblias y valiosos códices, todos hechos a mano en una época muy anterior a la invención de la imprenta y decorados con delicados colores, imágenes y filigranas. Pero lo que hace único este lugar son las llamadas Glosas Emilianenses, un millar de anotaciones en un castellano muy arcaico que hacían los monjes en los márgenes de las páginas para entender y aclarar términos latinos difíciles. Se encuentran en el llamado Códice 60, una recopilación de homilías, también se conservan palabras en euskera, el idioma vasco. A través de ellos, se puede ver cómo era el lenguaje en el que se manejaban las personas de forma cotidiana, un castellano incipiente muy latinizado pero que ya empieza a diferenciarse. 

Una muestra de este arcaico castellano. Códice 60, pag. 72.

Con o aiutorio de nuestro dueño Christo, dueno salbatore, qual dueno get ena honore et qual duenno tiene tela mantatione con o patre con o spiritu sancto en os sieculos de lo sieculos. Facanos Deus Omnipontes tal serbiio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus, Amen.

Este monasterio estaba lleno de decenas de monjes que trabajan a la luz de las velas entre polvorientos libros.

Su éxito fue tal, que al primer edificio llamado Monasterio de Yuso (Yuso significa “abajo” en Castellano antiguo) se le añadió una segunda construcción más amplia, el Monasterio de Suso (de “arriba”), situado a unos kilómetros de distancia. En él trabajó el célebre escritor medieval Gonzalo de Berceo, el primer poeta del castellano. Con el paso de los años, los códices fueron resguardados, pero sin despertar mayor interés, hasta que fueron redescubiertos en el siglo XX. El escritor y lingüista Dámaso Alonso lo consideró “el primer vagido de la lengua española”. Sin embargo, actualmente hay polémica con respecto a si realmente estas glosas son las primeras del castellano, ya que se hallaron documentos que podrían ser más antiguos. Es el caso de los Cartularios de Valpuesta o el curioso Documento de Kesos, un inventario de quesos del año 948. Pero San Millán se sigue considerando la cuna del idioma español, una lengua romance más de Europa como el francés, el italiano o el rumano.

Lo cierto es que es muy difícil establecer el nacimiento de un idioma, ya que siempre el aspecto oral, del que no queda registro, evoluciona antes que el escrito. Pero podemos decir que ya hacia el siglo X, se ha conformado un proto-español que con el paso de los siglos se irá diferenciando del latín y se hace complejo. Actualmente es el segundo idioma más hablado a nivel mundial, con 437 hispano hablantes en todas sus variantes, siendo la lengua romance la más extendida, en gran parte gracias a la expansión por América.

Fuentes:http://universoyrealidad.com/2017/09/27/el-alumbramiento-del-castellano/

https://lariojaturismo.com/comunidad/larioja/recurso/monasterios-de-yuso-y-suso-cuna-del-castellano/ae9e1cd3-53b6-4612-b199-db296db97d58

Los orígenes de Lenin

Vladímir Ilich Uliánov (Lenin), nació el 10 de abril de 1.870 en Simbirsk, la ciudad pasó a denominarse Uliánovsk en mayo de 1.924 en honor a Lenin. Su padre, un liberal partidario de las reformas del zar Alejandro II, era inspector escolar, cargo relativamente alto en el escalafón de la burocracia imperial que llevaba aparejado el título de “su excelencia” lo que lo equiparaba a la pequeña nobleza. Su ascenso en el funcionariado estatal lo había llevado a alcanzar la nobleza hereditaria en 1.874.

Nikolái Uliánov, el abuelo paterno de Lenin, hijo a su vez de un siervo de Astrakán, era en parte calmuco, pueblo de etnia mongol. Su abuelo materno Aleksandr Blank (hijo de Moishe Blank, un comerciante de Volinia), era un médico de origen judío convertido al cristianismo, casado con Ana Groschop de familia luterana alemana. Blank se enriqueció, llegó a ser consejero de Estado y en 1.847 se retiró a sus posesiones de Kokúshkino, en Kazán, hacienda donde Lenin pasó parte de su juventud. Su familia era una mezcla de las etnias y tradiciones religiosas que conformaban entonces el Imperio ruso. El mismo Vladímir, conocido de pequeño por su diminutivo Volodia, fue bautizado por el rito de la Iglesia ortodoxa rusa.

El fuerte de Simbirsk fue construido en 1.648 sobre una colina situada en la margen occidental del Volga, con el propósito de proteger el límite oriental del naciente Imperio ruso de las tribus nómadas nogayas.

Los nogayos o nogayes, nogay, en ocasiones también conocidos como “mongoles caucásicos”, son un pueblo túrquico y un importante grupo étnico en la región de Daguestán; hablan el nogayo, y descienden de los cumanos que se mezclaron con sus conquistadores mongoles y formaron la Horda de Nogay.

Nogayo es una palabra que se deriva de Nogai Khan, un general y dirigente mongol de la Horda de Oro descendiente de Gengis Khan.

Kan o jan, es en origen un título turco-mongol que significa ‘máximo gobernante’. Con frecuencia lo encontramos transcrito com khan, en turco moderno se escribe han.

Un kan controla un kanato (o jaganato). Un gran Kan equivaldría a emperador. Los más conocidos que han poseído el título de kan han sido Gengis Kan y su nieto Kublai Kan. El primero fundó el Imperio mongol y el segundo la dinastía Yuan en China. El último en utilizar el término fue el Bogd Khan, último emperador de Mongolia.

En Turquía, el término Khan todavía es escrito como Hanım en turco. Es también uno de los numerosos títulos usados por los sultanes otomanos, así como por los jefes de la Horda de Oro y sus descendientes. Entre los turcos selyúcidas era el título usado por los jefes de tribu, clan o nación, y estaba por debajo del rango de atabeg. Lo mismo ocurría entre los manchúes (que lo pronunciaban han). Los gobernantes ávaros y jázaros usaban el título jagan.

En Persia, Khan era el título nobiliario más importante y generalmente utilizado después del nombre. En la corte de Qajar era para aquellos que no pertenecían a la dinastía.

La Horda de Nogay apoyó al Kanato de Astrakán, hasta su caída a manos de los rusos en 1.556, fue entonces que pasó a ofrecer su lealtad al Kanato de Crimea. Los nogayos protegieron sus fronteras septentrionales y organizaron incursiones por la estepa a fin de evitar asentamientos eslavos. Durante ese tiempo, muchos nogayos emigraron a la península de Crimea para servir como soldados de caballería al kan. Una vez establecidos ahí, contribuyeron a la integración de los tártaros de Crimea. 

Sin embargo, los nogayos no solo eran buenos soldados, sus habilidades como agricultores también eran apreciables; tenían buenos conocimientos sobre el crecimiento de los granos y de irrigación de las áridas estepas que habitaban, también se dedicaban al cuidado de varios tipos de ganado.

A principios del s. XVII, los antepasados de los calmucos, los oiratos, emigraron de las estepas del sur de Siberia, a orillas del río Irtysh, a la región baja del Volga, a donde llegaron alrededor del año 1.630. Existen distintas propuestas sobre los motivos de esta migración, pero por lo general se cree que los calmucos abandonaron sus tierras en busca de mejores pastos para su ganado. Sin embargo, las tierras a las que llegaban estaban en el territorio nacional de la Horda de Nogay. Así pues, los calmucos las invadieron y expulsaron de la región a los nogayos, quienes huyeron hacia las llanuras al norte del Cáucaso y hacia el Kanato de Crimea, áreas bajo el control del Imperio Otomano, mientras que otros grupos buscaron la protección de la guarnición rusa de Astrakán. Y los remanentes de las tribus túrquicas que permanecieron en sus tierras pasaron a ser vasallos del Kan de los calmucos.

Tras la anexión rusa de Crimea, las tierras de los nogayos fueron confiscadas; sus tierras de pastoreo, ocupadas por colonos eslavos, posteriormente los rusos los obligaron a sedentarizarse. En 1.783, el general ruso Aleksander Suvórov masacró a varios miles de rebeldes nogayo-kubaneses. Muchas tribus nogayas se refugiaron entre los circasianos durante ese tiempo, y otros clanes comenzaron a emigrar hacia el Imperio turco otomano. Se estima que 7.000 nogayos, buyakos y yedisanos se instalaron en Dobruja antes de 1.860. La mayoría de estos nogayos volverían a emigrar más tarde hacia Anatolia. El mayor éxodo de nogayos tuvo lugar en 1.860, cuando varios clanes yamboilucos y kubaneses bajaron de Ucrania, invernando en territorio de sus co-etnias en 1.859, más de 50.000 que vivían en Kubán y la región adyacente de Stávropol emigraron al Imperio turco en ese periodo. Estas migraciones indujeron a los nogayos de Crimea (quienes vivían en los distritos de Eupatoria, Perekop y norte de Simferópol) y del sur de Ucrania a emigrar también. Más de 300.000 tártaros crimeos (entre los que se incluían nogayos) abandonaron Crimea. Los nogayos dejaron de poblar el sur de Ucrania en 1.861. Otros clanes nogayos emigraron directamente del Cáucaso a Anatolia, junto con los circasianos. La religión de los nogayos es el Islam sunita.

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Lenin

Jesús de Nazaret (el Cristo)

Ningún historiador serio duda de la existencia de Jesús de Nazaret. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencias de que existió Jesús que las que tenemos de famosos personajes históricos paganos.

También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier Palestino judío antes del 70 d.C.».

E.P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Judas el Galileo y otras figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar».

Y F.F. Bruce autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César.

La muerte en la cruz es el hecho histórico mejor atestiguado de la biografía de Jesús, señala Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Jesús no fue considerado como significativo por los historiadores de su tiempo. Si aparece en la literatura pagana y judía de la época fue por el empuje de los cristianos que le siguieron.

Ninguno de los historiadores no cristianos se propuso escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y por esta razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia para la historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos puntuales es muy grande, explica Guijarro en «El relato de la Pasión y la historia del cristianismo».

El historiador norteamericano John P. Meier, relata en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo en conversaciones con gente de la prensa y el libro (…) ésta fue casi invariablemente la primera pregunta: ¿puede usted probar que existió?. Si me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como: ¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús?. Entonces creo que, gracias a Flavio Josefo, la respuesta es sí.

Flavio Josefo (93 d.C.)

El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium flavianum» de su libro Antigüedades judías (91-94) una referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego, (Él era el Mesías) y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él). Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».

En Ant. 20.9.1. también hace referencia a Jesús, que es llamado Mesías, al dar cuenta de la condena a Santiago a ser apedreado.

Tácito (116 d.C.)

El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a Cristo en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo».

Los historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como los testimonios primitivos independientes relativos al mismo Jesús más consistentes, aunque también hay otras fuentes que recogen datos sobre los primeros cristianos.

Plinio, el Joven (112 d.C.)

Procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo como a un dios: «Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios (Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem). Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen».

Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran.

Suetonio (120 d.C.)

El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».

La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido.

En los Hechos de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «Áquila y Priscila acababan de llegar (a Corinto) desde Italia por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma».

Luciano (165 d.C.)

El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: «Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres… Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus leyes».

Mara Ben Sarapión (finales del siglo I)

Existe una carta de Mara Ben Sarapión en sirio a su hijo en la que se refiere a Jesús, aunque no lo menciona por su nombre: «¿Qué provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, delito que hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron despojados de su reino?. Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los hebreos fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por doquier. Sócrates no murió gracias a Platón; tampoco Pitágoras a causa de la estatua de Era; ni el rey sabio gracias a las nuevas leyes por él promulgadas».

Celso (175 d.C.)

En «Doctrina verdadera» ataca a los cristianos. Aunque no se conserva su libro, sí muchas de sus citas por la refutación que escribió Orígenes unos 70 años después.

En el Talmud

El gran erudito judío Joseph Klausner ya escribió a principios del s. XX que las poquísimas referencias del Talmud a Jesús son de escaso valor histórico. En el tratado de Sanedrin 43a se menciona a Yeshú: «Antes pregonó un heraldo. Por tanto, sólo (inmediatamente) antes, pero no más tiempo atrás. En efecto contra esto se enseña: “En la víspera de la pascua se colgó a Jesús”. Cuarenta días antes había pregonado el heraldo: “Será apedreado, porque ha practicado la hechicería y ha seducido a Israel, haciéndole apostatar. El que tenga que decir algo en su defensa, venga y dígalo”. Pero como no se alegó nada en su defensa, se le colgó en la víspera de la fiesta de la pascua».

Muy probablemente el texto talmúdico se limita a reaccionar contra la tradición evangélica, considera John P. Meier en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico».

Fuente:http://www.abc.es/sociedad/20140417/abci-testimonios-cristianos-existencia-jesus-201403101319.html

Los Dioses Navegantes

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En la costa norte de Perú, en Lambayeque, encontramos el mito de Naylamp o Ñam-Lap que se remonta siglos atrás. Se cuenta que en aquella época los antiguos peruanos fueron testigos de la llegada de un gran señor.

Cuenta la leyenda que una gran flota de balsas, comandadas por Naylamp desembarcaron cerca a la desembocadura del río Faquisllanga, caminaron un largo trecho hasta encontrar un sitio ideal para asentarse y construir un palacio al que denominaron Chot. La tradición dice que en el lugar principal de este palacio (Chot) colocaron a Yampallec, figura esculpida en piedra verde, que trajeron consigo y que representaba la imagen del mismo Naylamp.

El tiempo transcurre, pasan los años, viviendo en paz, procrean muchos hijos; hasta que Naylamp abandona a su pueblo para irse volando en forma de un ave. Esto podría haber sucedido, dicen los estudiosos Golte (2009), Kauffmann (2002), Donnan (1992), Lumbreras (1969), Larco (1966) y Kroeber (1925) entre los años 900 d.C. y 1300 d.C.

A continuación transcribimos una importante publicación de la Revista Caretas n° 1187 que dice:

 Corre el año 900 d.C. Atravesando una frondosa masa de algarrobos y zapotes, una comitiva de nobles de la cultura Sicán, descendientes de los Mochica, identifican un claro en el bosque de Ferreñafe, Lambayeque. Inmediatamente, los sacerdotes realizan alineaciones astrológicas y corroboran que ese es el lugar indicado para adorar al dios Naylamp. Levantan la huaca Las Ventanas y el bosque se vuelve su capital sagrada. Hoy el lugar responde al nombre de Santuario Histórico Bosque de Pómac. Desde entonces, y durante casi 500 años, alrededor de 50.000 habitantes Sicán reinaron en la zona hasta ser sucedidos por los Chimú, unos 160 años antes de la llegada de los españoles. En ese tiempo su orfebrería y arquitectura fue impresionante.

En el Área Natural Protegida, de 5.887 hectáreas, se erigen 20 pirámides de adobe en un radio de 45 Km2. Con el Proyecto Arqueológico Sicán –iniciado en 1978 por el arqueólogo japonés Izumi Shimada junto al Ph.D. Carlos Elera– se descubrió que cada una de ellas albergaba riquezas notables. Tan sólo en la huaca Loro se hallaron 1.200 kilos de objetos preciosos, sostiene Elera, presidente del Comité de Gestión de Pómac. Esto la hace la tumba prehispánica más rica del continente. Por algo también se llama Huaca del Oro. Con esto, el 90% de las piezas de oro del Perú precolombino viene de los Sicán, añade. El metal servía para adorar a Naylamp y endiosar al Señor de turno. Así lo demuestra el Gran Tocado Ceremonial con un Naylamp de ojos alados bajo un felino de oro puro. Para los Sicán, Pómac era un bosque sagrado. Para los miles de visitantes que llegan al Museo Nacional de Sicán año a año, es dorado.

Esta publicación hace referencia a un importante acontecimiento de difusión de una tradición o tal vez de una vivencia propia que se transmitió de generación en generación sobre un personaje, un Dios Navegante.

Otra leyenda de dios navegante, alto, con barba, de piel clara hace su aparición en el Perú, en Tiahuanaco o Tiwanaku, este “dios” es conocido como Viracocha. Sabemos que cuando los primeros colonizadores españoles pisaron Perú en 1532, se quedaron sorprendidos ante los gigantescos monumentos abandonados en el paisaje. Según los incas, aquellos colosos fueron erigidos por una raza de “dioses blancos” que vivieron allí en tiempos inmemoriales. Aquellos arquitectos eran hombres sabios, pacíficos, que no sólo transmitieron sus conocimientos sobre agricultura, astronomía y arquitectura, sino que también enseñaron una manera de ver la vida.

Sobre la historia de este “dios” anotamos el trabajo de Rankin (1999: 144) a continuación: “De estos misteriosos seres las leyendas recogen el paso de Tangaroa, Rongo, Hotu Matua, entre otros. Pero quizás el que más sobresale es el nombre del dios Tiki, quien, como los demás, aseguraba venir de un país calcinado por el sol. Maui, uno de los adeptos de Tiki y pariente cercano además, aseguraba que procedía de un lugar llamado Pura, y la palabra pura es la que indica la parte del cielo por donde se levanta el sol. Así no era difícil adivinar que Tiki, por ser pariente suyo, provenía del mismo sitio. Gracias a ello, los indígenas del Perú lo llamaron Illa-Tiki o Kon-Tiki, que dicho de otra manera significa Fuego-Tiki o Sol-Tiki. En tiempos anteriores a los incas, en la zona litoral del Perú, los indios lo denominaban Kon, mientras en el interior del país era conocido como Tiki. Sin embargo, cuando los incas llegaron al poder descubrieron que estos dos nombres pertenecían a la misma divinidad que ya ellos llamaban Viracocha, es decir Espuma de Mar, y entonces unieron los tres nombres: Kon-Tiki-Viracocha, aunque algunos han llegado a pensar que su verdadero nombre era Inga Viracocha.

Este dios en particular era sumo sacerdote y líder de los demás dioses blancos que lo seguían. Junto con él al menos doce hombres más habían arriesgado sus vidas cruzando el mar por intentar llegar a la Polinesia. Sus nombres, afortunadamente, se han conservado hasta nuestros días: Ku, Kane, Kama, Kura, Kukara, Ilo, Mauri, Ra, Rangi, Papa, Taranga e Hiti. Estos hombres blancos encabezados por Tiki se alargaban los lóbulos de las orejas artificialmente. Eran llamados Orejas Largas por los incas.

Los indios vecinos de la mítica ciudad de Tiahuanaco, aseguraban que el lago Titicaca era el lugar de residencia del dios Tiki, pero una leyenda cuenta que los dioses blancos fueron perseguidos y masacrados por un jefe indio llamado Cari proveniente del valle de Coquimbo. Todo parece indicar que la raza blanca quedó parcialmente aniquilada por aquel salvaje, pero Tiki y algunos de sus hombres lograron escapar.

Los indios que habitaban ambos lados de las Américas, contaban que en tiempos pasados unos hombres barbudos, de piel blanca, ojos azules y cabellos de color rojo, desembarcaron en las costas de su país. Venían en grandes naves que poseían alas de cisne y casco luminoso. Lo cierto es que tiempo después de haber salido huyendo del Perú, Tiki y sus adeptos fueron a parar a la isla del Polinesio. Los habitantes de estos pequeños trozos de tierra pertenecen a la misma raza polinesia que ven en Tiki a su antepasado original. Allí los orejones fueron atacados por un grupo de Orejas Cortas (caníbales) que, al parecer atraídos por el color blanco de sus pieles y el color rojizo de sus cabellos, no pudieron evitar la tentación de exterminarlos.

De igual manera este personaje señaló a los hombres, animales y vegetales las funciones que debían cumplir en la Tierra. Después de acabar su obra siguió el camino del Sol, perdiéndose en el océano con su comitiva por el Oeste.

Por lo que sabemos Viracocha fue venerado por las culturas andinas desde el Primer Horizonte o Formativo, (en lengua quechua “wiraqucha” proviene de la fusión de dos vocablos: wira (grasa) y qucha (laguna), el nombre original podría ser wayraqucha -el viento de los mares- tanto por su concepción como un personaje que aparece por el lado del mar y como viento).

A él se refiere la Dra. María Rivara de Tuesta en un episodio de la vida del Inca Huayna Cápac cuando a éste se le presenta un “fantasma” que vaticina la llegada de hombres blancos al Tawantinsuyu:

Debemos partir de esta inicial formación aun cuando la explicación de este acontecimiento queda en la bruma de lo imaginativo y sólo podemos establecer una remota relación, obedeciendo a la descripción física de “el fantasma” -un hombre con barbas-, con algún navegante perdido que hubiese podido llegar al Cuzco desde las costas atlánticas del sur de nuestro continente y que el sacerdocio puso secretamente en comunicación con el príncipe en sus tres años de destierro en los pastos de Chita. Este extraño personaje, que pudo ser un naufrago, habría informado el sacerdocio, y en general al joven futuro Inca, de la existencia de otra remota cultura y le habría explicado ciertos aspectos fundamentales de la misma. De hecho Viracocha adopta el nombre de la entidad explicativa de todo lo existente y fue, al mismo tiempo, un renovador en muchos otros aspectos, incluyendo el religioso”.

En Chavín lo encontramos en la Estela de Raimondi como el Dios de los Báculos. En Huari, lo encontramos en sus vasijas y textilería; llamándose Dios Bizco, al representar sus ojos las fases de la Luna. En Tiahuanaco lo encontramos en la Portada del Sol, llamándosele Dios Llorón.

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Siendo sus características como refieren los cronistas Cabello de Balboa (1951), Cobo (1953), Estete (1924) y Oliva (1998) este personaje salió del agua (posiblemente una adaptación del mar), enseñó a los hombres y mujeres a trabajar la tierra, era de tez blanca, con barba y alto. Los Incas lo consideraron un dios principal como el Inti o Sol. De las pruebas de su existencia existen muchos testimonios arqueológicos a lo largo y ancho del país y las encontramos principalmente en la iconografía, John Howlan Rowe en 1948 estableció un cuadro cronológico explicativo para el Perú.

En el caso de los Incas, el cronista Pedro Pizarro (1986) afirmó que la familia del Inca Atahualpa era alta, de piel más blanca que los españoles y que tenían los cabellos de color rojo. Estas líneas nos hacen pensar si los Incas (los forjadores de un gran Estado conocido como Tawantinsuyu que se extendía a lo largo de Sudamérica en más de 4.000 km.) fueron una raza autóctona o todo lo contrario.

La tradición de los dioses navegantes en Perú y en los demás países americanos es amplia y está bien documentada en crónicas y en el arte prehispánico; ya sea la Divinidad Atigrada Chavín, el Dios volador de Paracas y Nazca, el Naylamp Moche y Chimú, el Apo Catequil de Cajamarca, el Dios del fuego de los Yauyos (Wallalo Karhuincho), Pachacámac, el Inti de los Incas, el Amalivaca de Guaraní o el Pay Zumé de los tupíes, todos cuentan y mantienen la tradición de que en un época muy lejana llegaron “los dioses” a sus costas, y ellos les enseñaron a convivir con sus hermanos, les enseñaron a construir templos en honor a ellos o a una autoridad espiritual superior, pues queramos o no, los navegantes trajeron y expandieron una nueva cultura y dejaron una gran huella de su presencia.

Fuente: Los.dioses.navegantes.pdf

Escarabeos Fenicios

escarabeolouvre Escarabeo de Amenhotep III (1379-1380 a.C.) procedente de Tebas. ( Museos Vaticanos)

El escarabajo es un ejemplo de la importancia que tuvo este insecto en las creencias de los pueblos mediterráneos primevos, sobre todo en Egipto, donde alcanzó categoría de deidad. Representados en miles de objetos y estelas, son también asumidos por los Fenicios, de forma general se conocen como escarabeos o simplemente sellos.

Los sellos cilíndricos mesopotámicos, eran muy útiles sobre arcilla blanda y son conocidos en la zona desde principios de la Edad de Hierro. Es sabido que fue la Cultura Urartu (rival de los asirios entre el s. IX-VII a.C. y asentada en la vecina y actual Anatolia) la inventora de los sellos cilíndricos, objetos que heredarán el resto de las culturas que por la zona se iban gestando, y fueron característicos de las Mesopotámicas.

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La proximidad de Fenicia podría haber ejercido influencia entre sus comerciantes, sin embargo aún estaban lejos de ser algo más que pequeñas aldeas neolíticas en desarrollo, y habría que esperar a los conocidos escarabeos egipcios para que los Fenicios asumieran este otro nuevo y práctico método identitario.

El tipo de sellos cilíndricos fue cayendo en desuso conforme otro tipo de escritura y otros soportes para ella fueron apareciendo (papiro, ostraka, pergamino), por lo que estos sellos fueron reemplazados por los escarabeos.

escarabeolouvreEn Egipto, los sellos cilíndricos dejaron de usarse durante la X Dinastía y van siendo sustituidos por los conocidos escarabeos, de los que se conocen millones de ejemplares, llegando a manifestar un auténtico elemento de su identidad, citándose ya la talla de ejemplares desde el 2600-2500 a.C. y especialmente hacia la X Dinastía, cuando su uso empieza a generalizarse y son extremadamente frecuentes desde mediados de la XII Dinastía.

El escarabajo como representante del hombre y del mundo terrestre, de la resurrección y del eterno renacer, hizo que fuera el amuleto más popular (otros fueron el ojo de Horus, Ra, Bes, Thot, Tanit, etc.) junto a manos, pies, bellotas y animales (monos, carneros, liebres, leones, cerdos, halcones, etc.) en los enterramientos (casi siempre con escarabeos) que se depositaban junto al difunto como símbolo de nueva vida, y fue el amuleto de buena suerte más utilizado y uno de los elementos más frecuentes, extendiéndose su uso durante casi 2000 años, e influyendo en la vecina e invadida Fenicia.

Como en el caso de los egipcios, también en los sellos fenicios hallamos una mayor creatividad y una marcada libertad por parte de los artistas, y grabados multitud de elementos con sus nombres, escenas, creencias y elementos del medio natural. Utilizados primero como elemento identitario comercial, posteriormente adquirirán fuertes connotaciones mágico-simbólicas, y por último serán utilizados como elemento marcadamente destinado al ornamento y ostentación.

La presencia de los escarabeos en suelo fenicio es de largo historial. Ya aparecen escarabeos, junto a sellos cilíndricos de tipo sirio, hachas, etc., en enterramientos de Kafer-Giarra (al este de Sidón), datados del Bronce Medio y Bronce Tardío, lo que refleja muy primitivo culto por este insecto, que se unirá a la posterior influencia egipcia, cuyo arte era ya por entonces admirado. Más tarde (s. XVI a.C.) siguen apareciendo (en pasta silícea) en enterramientos en Majdalouna, al noreste de Sidón, y la influencia egipcia acaba por ser definitiva tras el hallazgo de 15 escarabeos de la poderosa XVIII Dinastía (algunos con el nombre de Thutmosis III), en una gruta funeraria de Qrayé o en las Tumbas reales de Mogheret Abloum.

Sin duda los fenicios primero, y de ellos los cartagineses después, habrían tomado de los egipcios la tradición de vincular al escarabajo con la resurrección, son frecuentes escarabajos tallados, a modo de amuletos, en sus prácticas funerarias.

Se han hallado tallados, a modo de amuletos o en sellos, de marcada influencia egipcia en anillos, gemas en piedras semipreciosas, en sus asentamientos y enterramientos, no siempre pertenecientes a clases acomodadas, como el Escarabajo Fenicio de Nimrud (s. VIII a.C.) en marfil, y otros en oro, han sido hallados desde muy antiguo, lo que demuestra en Fenicia, ancestral veneración por este insecto como amuleto.

Los hallazgos de estas piezas en caliza, pasta silícea, marfil o piedras semipreciosas desde Cágliari, Tharros o Sássari (Cerdeña) a Les Andalouses o Rachgoun (Argelia) o Lixos o Tit (Marruecos) muestran lo extendido de estos objetos. También aparecen en su órbita de influencia, como son los escarabeos púnicos de la Necrópolis del Puig dés Molins en Ibiza (s. IV a. C.), el molde con Escarabajo de Ibiza (s. VI a. C.) o el Molde de palmitos, también de Ibiza (s. VI a. C.), y otros hallados en Andalucía, de marcada influencia egipcia.

Los escarabeos fenicios, mercadeados y producidos durante milenios, especialmente desde el s. VII a.C., acabarán sirviendo de un útil aliado en la datación de yacimientos y en el registro glíptico, siendo extremadamente importantes a la hora de interpretar sus creencias y su historia. Como ocurrió entre los escarabeos egipcios, la forma de tallado y los materiales utilizados no solo dan información de su origen, sino de su comercio y tráfico a zonas muy alejadas.

Inicialmente (finales s. VII a.C.) son mayoritariamente de estilo egipcio, hechos de piedras calizas, fayenza, pasta vítrea, etc., hacia finales del siglo V a.C. predomina la influencia griega y son mayoritariamente labrados en jaspe verde, ejemplos tenemos en los tallados en diaspro verde y corniola, característicos de Tharros (Cerdeña), y en la época de las Guerras Púnicas vuelve la pasta vítrea y la fayenza.

Estos escarabajos fueron tallados y realizados sobre todo tipo de materiales y generalmente de pequeños tamaños, desde los más humildes en caliza, alabastro, esteatita o feldespato, a veces esmaltados, a los más valiosos engarzados en pendientes, anillos o brazaletes en berilo, diaspro, serpentina, cuarzo, cristal de roca, ónix, jade, carnalita, obsidiana, hematita, ágata o lapislázuli, etc., y otras piedras opacas como mármol, basalto, diorita, granito, así como marfil, ámbar, madera o resinas; también aparecen manufacturados en pasta de vidrio y cerámica, en ocasiones toscos y sin detalles, mientras que en otros casos sugieren una precisa observación de modelos detallados o de ejemplares observados en la naturaleza.

Desde el inicial empleo y comercio con escarabeos egipcios, tallados en sus conocidos centros de producción (Naucratis o Menfis), poco a poco fueron aparentemente despojados de su ancestral vinculación divina egipcia, manteniendo solo su connotación mágica, y acabaron por ser de producción propia (Tharros), y aparecer en zonas más alejadas, como es el caso del bol con motivos egipcios, escarabajo central y esfinges aladas (s. VIII a.C.) hallado en el asirio Palacio de Ashurnasirpal II, en Nimrud, Norte de Irak, probablemente llevado allí como botín de guerra, u otros hallados en la ciudad cananea de Dor, de marcada influencia egipcia, siendo entomológico ejemplo de la influencia y expansión de creencias egipcias por el orbe mediterráneo (fenicios, cretenses, griegos, etruscos, romanos, etc.) y aún más allá (Persia), y en Iberia son frecuentes en el interior de urnas funerarias, como los hallados en la necrópolis de Ibiza o en el Cortijo de las Sombras (s. VII-VI a.C.) en Frigiliana, Málaga por citar algún ejemplo ibérico, y acabará siendo el elemento determinante, no solo de las tumbas fenicias, sino de las tumbas mediterráneas hasta el periodo romano.

Tras la caída de Fenicia en manos macedonias, un último reducto de esta milenaria tradición y culto al escarabajo se mantuvo en cierta forma vigente entre los griegos, existen bellos anillos tallados en oro en el Louvre (s. VII a.C.) procedentes de Chiusi que lo atestiguan, pero fue a través de Cartago, donde permaneció en auge, y han sido abundantemente hallados en enterramientos, y de ellos su culto pasó y permaneció en Cerdeña, escarabeos egipcios y púnicos han sido hallados en esta isla en yacimientos más recientes (500-300 a.C.) en Nora, Bithia o Sulci, donde se producían casi industrialmente, y desde Etruria eran transportados a Roma.

El culto al escarabajo no acabó con los Minoicos ni con la anexión Greco-Romana de Egipto, sino que se mantuvo durante el Periodo Ptolomeico, influido por los Coptos que mantuvieron esta influencia egipcia y la trasmitieron a griegos y romanos, aunque fueron los Fenicios, especialmente en su periodo Púnico-Cartaginés, quienes retomaron estas tradiciones, y concluída la hegemonía miceno-cretense del Mediterráneo Oriental, las expandieron a través de su comercio de tejidos, joyas, vidrio, pasta vidriada, cerámica o perfumes por el norte de África y sur-oeste europeo, siendo sus fábricas de una enorme calidad y su imagen extremadamente frecuente tanto en sellos como en orfebrería lo cual demuestra su veneración y su culto, o su asociación con la buena suerte o la virilidad, elementos que se extenderán y mantendrán por Creta, Persia, Macedonia, Cartago y Roma, donde se acostumbraba a llevarlos colgados como amuletos, así como en los enterramientos. También se mantuvieron como símbolo de la virilidad entre los soldados y como elementos de adorno y con la caída de Roma su culto prácticamente se perdió para siempre.

Fuente: LAS CREENCIAS Y EL ARTE DE LOS FENICIOS por Víctor J. Monserrat. Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa (S.E.A.), nº 52 (30/6/2013): 347–371.

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FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO

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La Ventana de Overton

ControlMentalEn teoría política, la ventana Overton es el rango de ideas que el público puede encontrar aceptables. Esta teoría establece que la viabilidad política de una idea depende principalmente de si dicha idea cae dentro de ese rango antes que las preferencias individuales de los políticos. Para cada momento, esta «ventana» incluye un rango de ideas consideradas políticamente aceptables de acuerdo al clima o corriente vigente de la opinión pública, que un político puede recomendar sin ser considerado demasiado extremista para acceder o mantener su cargo público.

Overton desarrolló un espectro que va de «más libre» a «menos libre» relativo a la intervención gubernamental, en un eje vertical. Cuando la ventana se mueve a lo largo de este eje, una idea en un lugar determinado puede volverse más o menos aceptable políticamente. El grado de aceptación de la ideas puede describirse someramente como: Impensables, Radicales, Aceptables, Sensatas, Populares, Políticas

La ventana Overton es un medio de visualizar que ideas definen el rango de aceptación de acuerdo a cuáles entran en ella. Quienes proponen políticas fuera de la ventana buscan persuadir o educar al público para que la ventana pueda tanto moverse como expandirse a fin de abarcarlos. Los opositores de las políticas en curso u otras que estén dentro de la ventana, por el contrario, buscan convencer al público que éstas deberían ser consideradas inaceptables.

Otras formulaciones desarrolladas después de la muerte de Overton añaden el concepto de mover la ventana, por ejemplo promoviendo deliberadamente ideas aún menos aceptables que aquellas que ya se encuentran fuera de la ventana, con la intención de hacer a éstas más aceptables en comparación con las nuevas. Consiste en una secuencia concreta de acciones con el fin de conseguir el resultado deseado.

En un artículo, el columnista Evgueni Gorzhaltsán pone el ejemplo radical de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de masas y la ley. Eso no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino en técnicas más sofisticadas que son efectivas gracias a su aplicación gradual, coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso.

Este proceso se asemeja a la metáfora de la rana hirviendo:

Si se deja caer una rana en una olla de agua hirviendo, la rana saltará y tratará de huir de la olla. Pero si se le coloca en una olla con agua templada y se enciende la estufa con un fuego inicial bajo, la rana nadará plácidamente. A medida que el agua es calentada y poco a poco se eleva la temperatura, la rana seguirá en el agua y no percibirá el peligro. En poco tiempo, sin ninguna resistencia la rana se dejará hervir hasta la muerte.

Primera etapa: de lo impensable a lo radical

Siguiendo este ejemplo, la cuestión de la legalización del canibalismo se encuentra en el nivel más bajo de aceptación en la ventana de posibilidades de Overton, ya que la sociedad lo considera como un fenómeno absurdo e impensable, un tabú.

Para cambiar esa percepción, se puede, amparándose en la libertad de expresión, trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay temas tabú. Por lo tanto, es posible celebrar, por ejemplo, un simposio etnológico sobre rituales exóticos de las tribus de la Polinesia y discutir la historia del tema de estudio y obtener declaraciones autorizadas sobre el canibalismo, garantizando así la transición de la actitud negativa e intransigente de la sociedad a una actitud más positiva.

Simultáneamente, hay que crear algún grupo radical de caníbales, aunque exista sólo en Internet, que seguramente será advertido y citado por numerosos medios de comunicación. Como resultado de la primera etapa de Overton, el tabú desaparece y el tema inaceptable empieza a discutirse.

Segunda etapa: de lo radical a lo aceptable

En esta etapa, hay que seguir citando a los científicos, argumentando que uno no puede blindarse a tener conocimientos sobre el canibalismo, ya que si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante.

Al condenar la intolerancia, también es necesario crear un eufemismo para el propio fenómeno para disociar la esencia de la cuestión de su denominación, separar la palabra de su significado. Así, el canibalismo se convierte en ‘antropofagia’, y posteriormente en ‘antropofilia’.

Paralelamente, se puede crear un precedente de referencia, histórico, mitológico, contemporáneo o simplemente inventado, pero lo más importante es que sea legitimado, para que pueda ser utilizado como prueba de que la antropofilia en principio puede ser legalizada.

Tercera etapa: de lo aceptable a lo sensato

Para esa etapa, es importante promover ideas como las siguientes: «el deseo de comer personas está genéticamente justificado», «a veces una persona tiene que recurrir a eso, si se dan circunstancias apremiantes» o «un hombre libre tiene el derecho de decidir qué come».

Los adversarios reales a esos conceptos, es decir, la gente de a pie que no quiere ser indiferente al problema, intencionadamente se convierten para la opinión pública en enemigos radicales cuyo papel es representar la imagen de psicópatas enloquecidos, oponentes agresivos de la antropofilia que llaman a quemar vivos a los caníbales, junto con otros representantes de las minorías.

Expertos y periodistas en esta etapa demuestran que durante la historia de la humanidad siempre hubo ocasiones en que las personas se comían unas a otras, y que eso era normal.

Cuarta etapa: de lo sensato a lo popular

Los medios de comunicación, con la ayuda de personas conocidas y políticos, ya hablan abiertamente de la antropofilia. Este fenómeno empieza a aparecer en películas, letras de canciones populares y videos. En esta etapa, comienza a funcionar también la técnica que supone la promoción de las referencias a los personajes históricos destacados que practicaban la antropofilia.

Para justificar a los partidarios de la legalización del fenómeno se puede recurrir a la humanización de los criminales mediante la creación de una imagen positiva de ellos diciendo, por ejemplo, que ellos son las víctimas, ya que la vida les obligó a practicar la antropofilia.

Quinta etapa: de lo popular a lo político

Esta categoría supone ya empezar a preparar la legislación para legalizar el fenómeno. Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización del canibalismo en la sociedad. En la conciencia pública se establece un nuevo dogma: «La prohibición de comer personas está prohibida.»

Esta es una técnica típica del liberalismo que funciona debido a la tolerancia como pretexto para la proscripción de los tabúes. Durante la última etapa del ‘movimiento de las ventanas’ de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, pues las normas de la existencia humana se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes.

Gorzhaltsán concluye que el concepto de las “ventanas de posibilidades”, inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.

Fuente: http://es.metapedia.org/wiki/Ventana_Overton

NAVIDAD 2014

Les deseamos Felices Navidades Próspero año 2015

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